Cd. Delicias, Chih. 28 de marzo de 2024


Incomodo mes de septiembre

Fecha/hora de publicación: 28 de septiembre de 2021 19:27:41

Estos días han sido de lo más movidito. Sin tiempo siquiera para hablar de los avatares que este mes de septiembre nos trae. Hace años escribí que en vez de "Mes Patrio", septiembre debía llamarse "Mes Matrio" visto ese afán en el que nos venimos empeñando los mexicanos desde hace decenios con el ánimo de darle en su madre.

Escribí también que septiembre, como la Navidad, hace tiempo dejó de ser y significar cuanto era y significaba pues, en algún punto, perdió su esencia y solo nos queda una festividad hueca, vacía. Pues bien, cuando uno piensa que el asunto no puede ir peor, que ya llegamos al colmo de la estupidez y del cinismo, ¡tómala!, como invitado de honor nos llega, desde la hermosa Perla del Caribe, enjundioso, guapachoso, sabrosito y retozón, Miguel Diaz-Canel, el representante de la dictadura más antigua y atroz de América Latina, responsable de sumir en la peor miseria a un pueblo entero. Para colmo, atrasito del cubano, desde Venezuela, llegó el otro loco de la región: Nicolás Maduro. Encargado, junto con Hugo Chávez, de destrozar una de las economías más florecientes del planeta, basada en sus cuantiosas reservas petroleras, sobre la base de peregrinas ideologías que ya habían demostrado su fracaso en otras latitudes, empezando por la extinta Unión Soviética.

¡Ah!, pero no. Somos latinos. Adictos a los sueños de opio, trenzados en debates ociosos, presas de formalismos imbéciles, sumidos en recordaciones inútiles, empeñados en revivir símbolos caducos y engañados por una larga serie de historias falsas.

Como escribió Andrés Oppenheimer en "¡Crear o morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación",[1] el atraso de la región se explica a partir del atraso de su política educativa y de una visión del modelo universitario que prescinde de la formación en ciencias, de la creatividad e innovación. En efecto, la mayor parte de los países latinoamericanos continúan invirtiendo enormes sumas de dinero en educación con pobrísimos resultados y, para colmo, en áreas sin futuro. Ahí está el reciente salvajismo en el CONACyT para demostrarlo.

En esas estamos y la feliz ocurrencia de quien dirige el cotarro es invitar a un montón de fracasados, anclados en una visión de pasado retrógrada, caduca y falsa. Porque, es cierto, Estados Unidos de Norteamérica ha sido lo peor que le pudo ocurrir a la región en los últimos doscientos años, lo peor de lo peor, pero el modelo y la alternativa que ofrecen ese par de locos no son los mejores. Quien sostenga lo contrario se engaña. Se engaña producto de la ignorancia o de la desinformación.

No sé, pero no creo que Cuba o Venezuela sean libres en lo absoluto. Presas de su atraso, de su degradación, de su inopia. Masas compuestas por cientos de miles de sus conciudadanos están sumidos en la pobreza más indigna, más vil y más triste. Y es así porque es producto de la mala entraña de sus dirigentes, quienes gozan de inmensos privilegios a costa del sufrimiento de aquellos a quienes juraron proteger. Cuba y Venezuela son víctimas de sí mismas. Encadenadas a un discurso monótono, circular, mentiroso, que solo beneficia a unos cuantos, sometida a una élite inmunda que se enriquece y nutre de la peor forma de provecho: aquel que se beneficia de la desgracia y el dolor ajenos.

Ignorar o añorar para nuestra nación, así sea en un plano teórico, la realidad que se vive en ambos países constituye una ofensa atroz para el pueblo de México; y celebrar su independencia al lado de sátrapas de esa calaña es un insulto brutal e inaceptable. Podemos estar lejos del socialismo trasnochado y mediocre que ambos países se han empeñado en poner en práctica, es verdad, pero sin duda, estamos avanzando en esa dirección bajo la égida de un liderazgo rancio, primitivo, incompetente y corrupto que, y esto es lo peor, se niega a aceptar esa realidad inocultable, maquillándola un día sí y otro también, con los afeites de discursos inacabables, demagógicos y falaces.

¡Feliz Día del Niño! (y no Héroe), lo único digno de celebrar en estos tiempos.

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